29 de mayo de 2017

Malditos sean los vientos

Llevo encadenando despedidas desde la niñez y el alma se me resquebraja con cada latido desesperado. Decir adiós sin esperanza te marmolea la piel en lápida solitaria, que la tristeza es eso: soledad.
Las lágrimas no han aprendido a contenerse o a convertirse en sal y siguen creando ríos asustados en los surcos de un ocaso indeseado. Las manos se contraen, la espalda se quiebra y los hombros se cierran hacia delante cubriendo lo que me queda de corazón.
Río, sonrío a todas horas para que no se me adivine la tristeza que habita en la curva de los labios y en la bruma de unos ojos que siguen viendo a los que se fueron, obstinados, tercos y opacos. malditos  los ojos que se mienten a si mismos, inventando fantasmas, dibujando, dibujando, dibujándote en otros rostros. Malditos los rostros que nunca son los que no espero. Malditas las voces que ya no recuerdo. Malditos los abrazos, malditas las palabras y malditos los silencios que son todo lo que tengo. Maldita sea la vida y malditos sean todos los vientos.

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