25 de enero de 2016

El funambulista

El funambulista sobre el vacío, tan lejos del ayer como del mañana. Jugando el juego de la vida, sin saber que la vida llevaba la baraja marcada. La pértiga le aseguraba el control del equilibrio y el infeliz sobre la cuerda cada vez más floja, cegado de ego, bailaba con el viento la danza del cortejo. Sólo quería jugar, un abrazo, un baile nuevo, un baile más, para volver después a la plataforma de sálida. El equilibrista miró, sin querer, a los ojos del viento. La certeza enfrío sus brazos y sus piernas y el invierno paralizó su danza ingenua. Sólo quería jugar no quedar preso del juego. Quiso huir, escapar raudo del cielo y ya no pudo volver a deshacerse del juego. Ahora ya sólo hay un funambulista congelado de miedo porque no pudo evitar enamorarse del viento.